El pueblo de Beruete (150 habitantes) dista unos 36 kms.de Pamplona y está situado en la zona noroeste de la Comunidad Foral de Navarra. Posee un clima oceánico con suaves temperaturas y abundantes precipitaciones (1300-1900 mm) lo que permite contemplar un paisaje “siempre verde” salpicado de bordas y con frondosas atlánticas, hayas, robles, castaños, nogales, fresnos y avellanos. En su entorno se respira naturaleza y cultura pastoril.
El monte Ireber (1206 m.) se abre al cielo. Desde su cumbre se divisa la línea de las Malloas de la Sierra de Aralar, el Valle de Basaburua, los Montes de Cinco Villas y la divisoria de aguas que desde Azpirotz va perfilándose por el Ireber hacia las cumbres de Belate. Acostado a esta cima reverdece el raso de Launtze donde cientos de ovejas “latxas” de cara rubia, pastan siguiendo el sentido contrario al sol. Presidiendo el rebaño permanecen los restos del dolmen de Trikuarria (1173 m.) que forma parte de la estación dolménica Aritz Ireber: testigo de la explotación pastoril en estas majadas desde la época prehistórica.
Todo parece igual que hace seis mil años cuando los pastores del Neolítico aclimataron sus rebaños de “Ovis Aries Ibérica” por estas montañas pirenaicas. A lo largo de los siglos los pastores han ido atribuyendo valores a este espacio, le han otorgado un contenido social, configurando el paisaje oceánico “bocage” con un ecosistema de hayedos, prados y setos naturales, bordas y refugios de pastor (txabolas), salpicados de helechos, brezos, tojos y gencianas. El silencio se quiebra en este paisaje con la altivez sonora de los mirlos y arrendajos.
Los pastores de la familia Juanbeltz se sirven de esta raza de ovejas “latxas” para mantener la biodiversidad en este dilatado horizonte de Beruete. Se debe a la oveja “latxa” el alarde de colores esmeralda de estas praderas. Una oveja con aspecto tosco pero correoso, bien adaptada al monte y a las inclemencias del tiempo, que ejerce de “jardinera” y sustenta el paisaje de la Zona Atlántica de Navarra. La FAO exige que se respete la biodiversidad ambiental, un objetivo que los pastores de la familia Juanbeltz han compatibilizado generación tras generación, manteniendo la raza autóctona de ovejas “latxas” como garantía de la sostenibilidad. Han ajustando unos métodos de trabajo factibles con la conservación del medio ambiente. Primera máxima de calidad.